Ir al contenido principal

Egberto Gismonti - No Caipira (1978)

Artista: Egberto Gismonti
Álbum: Sol Do Meio Dia
Año: 1977
Género: Jazz Fusión / Latin Jazz
Duración: 50:39
Nacionalidad: Brasil


Lista de Temas:
1. Saudações
2. Nó Caipira
3. Palácio De Pinturas
4. Maracatu
5. Frevo
6. Sertão Brasileiro
7. Selva Amazônica
8. Canção Da Espera

Alineación:
- Egberto Gismonti / cavaquinho, viola, acoustic guitar, kalimba, pios, piano, pífano, voice
- Zé Eduardo Nazário / drums, tabla, percussion, voice
- Robertinho Silva / woody blocks, talking drum, xequerê
- Mauro Senise / C flute, G flute, flautim, flute, pífano,alto & soprano sax
- Celso Woltzenlongel / flute
- José Cardoso Botelho / clarinete
- Netinho / clarinete
- Zeca Assumpção / contrabass
- Edson Lobo / contrabass
- Sandrino Santoro / contrabass


Y vuelve Gilgamesh y otra vez nos trae sorpresas! Bueno, en este caso cumple una promesa.
Yo lo estoy escuchando por primera vez, una joya tremenda! pero no voy a hacer un comentario del disco, sólo diré que me parece genial y que por ninguna razón se lo deben perder, ecléctico, inclasificable, magestuoso, impresionante, personalmente me suena como un Astor Piazzolla brasilero.

Among Gismonti's best records, Nó Caipira is great, though one can't help but feel that it could be even greater.
A great variety of sounds and songs, from saudades to improvised parts, from chamber music to orchestrated parts, intense and challenging, not as coherent as infancia but nevertheless beautiful.


Y claro, el tipo es tan grande que todo comentario le queda chico, sobré se ha escrito, por ejemplo, lo siguiente:

He aquí un compositor que se desdobla en cada oportunidad para caminar por caminos diferentes, por senderos que le llevan siempre a otros lugares. Y, aunque enclavado en la gran tradición singular y colectiva de su país –pocos músicos mostraron tanto interés en abrazar sus raíces–, su formación musical y su larga y prolífica carrera lo han llevado a la universalidad. Hay pocos, en este continente, de la anchura y amplitud del brasileño Egberto Gismonti.
He aquí, además, uno de los más sencillos y aplomados seres humanos en esta tierra. Su música se basa en el placer de hacerla –por más compleja que esta sea– y jamás ha sido movido por los artificios de la potencial celebridad. Ha hecho mucha música seria, popular, orquestal, como solista, electrónica, para filmes, danzas y ballets, se introdujo en la amazonía para procurar de allí los sonidos de la selva primitiva, se introdujo en Viena para procurar los sonidos de Grieg y Ravel, tocó con los grandes del jazz y con los desconocidos de su pueblo, y sobre todo con su hijo, Alexandre, para algunos potencial merecedor de su estirpe. Todo y con todos tocó Gismonti.
He aquí un hombre al que las etiquetas no le caben. Tampoco los géneros que la industria musical ha catalogado. Por ejemplo, su álbum “Dança das cabeças”, junto con Nana Vasconcelos, fue premiado en Alemania como el mejor disco del año de 1976 en la categoría de música culta, en Inglaterra como el mejor disco folklórico, en Francia como mejor grabación de música contemporánea y en Estados Unidos ganó un premio como mejor álbum de jazz. “Y en Brasil nos premiaron –acota Gismonti– por las dudas”.
¿Cómo hacer, en estas palabras, justicia frente a una obra capital, prolífica –más de 60 álbumes editados, la mayoría para la prestigiada disquera alemana ECM–, y sobre todo una cuyo repertorio –el célebre repertorio gismontiano– indagó en los laberintos sonoros de su patria a partir de un reconocimiento de contrastes, logrando así una extraña síntesis donde cabían el aborigen junto al africano, el árabe junto al europeo, el pobre junto al rico, la etnia junto al mestizaje? Sólo se me ocurre dejando un poco las palabras a un lado y presentando este programa sobre su música.
El suyo es un país de mezclas. Allí se confunden europeos, africanos e indios brasileños. “Estamos tan mezclados, dice Gismonti, que se nos permite tener todas estas historias. Mientras tenemos la gran industria, hay todavía mucha pobreza. En estas ciudades la gente habla sobre la última tecnología… 100 metros más allá hay gente cuyo salario es de 150 dólares al mes”. País de contradicciones, pero país lleno de historia y arte. Un país lleno de música. Egberto Gismonti epitomiza una gran parte de esa dualidad: culto y popular, orquestal y solitario, occidental y originario, mínimo y barroco. En sus manos, sin embargo, ese aparente desdoblamiento, esa dicotomía intrínseca en su música, es perfectamente natural y, cuando uno escucha su música, está perfectamente integrada.
Egberto Gismonti ha sido un hueso duro de roer para la industria musical. Él no se acopló nunca a las exigencias de las disqueras, y por eso graba para dos sellos: ECM –la célebre disquera alemana de músicas de jazz contemporáneo– y la suya propia, Carmo. Con ECM graba “porque Manfred (Eicher – el dueño de la disquera) es mi amigo personal. De lo contrario solo haría discos en mi propio sello” dice. A pesar de eso, y dentro de los géneros de la música contemporánea, Gismonti es uno de los más accesibles creadores. Su música no suena difícil o intelectual –con alguna excepción– y por el contrario es consistentemente bella, conmovedora, apasionada.
Solo faltaría decir, hoy, que Egberto Gismonti es una referencia en toda América Latina. Es, me parece, uno de sus músicos más influyentes. No hay estudiante de guitarra que no aprenda sus piezas; no hay compositor serio que lo desconozca. Por todas partes se escucha su nombre, dentro del ambiente musical, y sus permanentes giras por todo el mundo son renombradas. A veces ejecuta su música en solitario, pero en su mayoría, arma grupos pequeños y grandes para ello.
Tan lejos tan cerca

Pero dejo algún comentario de terceros para completar mi impresión, y como siempre, algún video para el que esté distraido sepa de que va esto. Traduzcan ustedes si es que no entienden... y si hay alguno que se anime con un cometario propio, lo esperamos ansiosos para incluirlo en esta entrada.

“Saudações”, a faixa de abertura de Nó Caipira, soa como uma antecipação da Lei da Anistia, que vigoraria no ano seguinte ao lançamento desse disco: na bossa de Gismonti e Paulo César Pinheiro (uma das duas co-autorias do álbum – a segunda é “Canção da Espera” com Geraldo Carneiro), o primeiro, que a interpreta apenas com um violão, canta como se estivesse voltando de um exílio político: “Que prazer/Rever-te/Gozando paz, saúde, amor, felicidade/Ai que bom/Que tremenda saudade”. Mas a chave conceitual do disco se faz presente no momento em que Egberto diz: “E volto ao nosso lar”, onde ele faz questão de acentuar a sílaba “no”, antes de chegar no “s”, para dar a impressão de que ele dirá apenas “nó”, o que de fato ele concretiza no final da música, ao repetir somente “no”, sem pronunciar o resto da palavra.
Digo que “Saudações” é a chave conceitual deste álbum porque nela fica exposta a proposta estética de Nó Caipira: o “nó” estabelecido aqui, é o musical (ou musicais), que une Gismonti à sua terra. O músico havia passado uma temporada no exterior, onde gravara Dança das Cabeças (ao lado de Naná Vasconcelos) e Sol do Meio-dia, pela ECM e por isso o sentimento de regresso, como se ele fosse um exilado político (porém mais um exilado artístico que qualquer outra coisa). Enquanto nenhum dos LP’s citados negava as influências e o ecletismo de sua música, o primeiro trazia duas longas improvisações de violão e percussão, ao passo que o segundo tinha o lado B mais voltado para o jazz, com o domínio do saxofone de Jan Garbarek. Trabalhando com todos esses registros e mais alguns, Nó Caipira é como se fosse o disco definitivo de Gismonti (se fosse para escolher algum), pois funciona como um compêndio de sua obra e de sua estética. Nos seus primeiros álbuns, o instrumentista ainda compunha bossas e cantava – duas coisas que ele foi parando de fazer gradativamente. Mas aqui a bossa tem seu lugar com “Saudações”, na qual ele explicita a existência de um nó, ou seja, um laço sentimental e musical com sua cultura, que é expressamente caipira porque lida, em grande parte, com gêneros que estavam, e ainda estão, fora do circuito radiofônico predominante das grandes metrópoles brasileiras. É claro que tem a bossa, o jazz e a música erudita, estilos mais bem aceitos pelos centros urbanos, tanto brasileiros quanto europeus, mas o “caipira” do título não se refere apenas à volta de Egberto à sua cidade natal, Carmo – localizada no interior do estado do Rio de Janeiro –, mas sua significação estende-se também à esfera musical.
Se Nó Caipira é tão bem delineado no seu lado conceitual, na parte sonora, digamos assim, é ainda mais impressionante. É neste álbum que tomamos a dimensão do talento e da grandiosidade de Gismonti como músico. Não basta evocar o frevo, o maracatu e o nome de Heitor Villa-lobos para fazer música de qualidade: é preciso conhecimento e aprofundamento estético. Nesse sentido, Gismonti sempre foi um monstro, pois se há algo que o aproxima dos acadêmicos, é o fato dele ser um virtuose de marca maior, capaz de tocar e compor o que bem entende. Fora nessa virtuose que o músico se perdera em alguns discos anteriores e, especialmente, ulteriores. Mas se ele preza tanto a técnica, quem ouvir Nó Caipira se espantará ao perceber que, como poucos músicos no mundo, Egberto sabe usar muito bem dessa virtude para fazer peças de extrema musicalidade, que também experimentam, utilizando-se de inúmeros instrumentos e passagens mais “reflexivas”. Admira-se quem se depara com faixas mais rápidas e dinâmicas na instrumentação como o pot-pourri “Frevo” e depois ouve “Sertão Brasileiro” ou “Palácio de Pinturas”, duas composições eruditas – a segunda uma espécie de meio-termo entre Debussy e Ligeti; ou então, remetendo novamente ao princípio do disco, a sequência inseparável de “Saudações” e a suíte “Nó Caipira”. A primeira, uma bossa nova melancólica, mas otimista, e a segunda um forró-jazz-maracatu, com seguimentos de música indígena e experimental. A ligação que Gismonti faz entre as duas é no violão, através de um slide incessante entre as extremidades do braço do instrumento. Pois para conectar resgistros tão distintos é preciso criar um nó entre os mesmos, nem que este seja caracaterizado pela largura dimensional e tonal presente no braço do violão.
Nó Caipira é o paroxismo da genialidade de Egberto Gismonti. Além de ser o mais diverso estilisticamente, é o mais satisfatório no âmbito musical. Talvez se fosse mais conhecido, até por um público acadêmico, a música instrumental brasileira não estaria no estado decrépito que se encontra. Se ao menos todos aqueles que perseguem de forma obsessiva a perfeição técnica escutassem esse disco, perceberiam que a música está para muito além de questões práticas e materiais. Nó Caipira é uma obra-prima exatamente por isso: porque ultrapassa o lado puramente virtuose e atinge os pontos essenciais da existência humana: corpo, mente e espírito. (Thiago Filardi)
Desde o seu aparecimento no final da década de 60, Egberto Gismonti sempre revelou uma inclinação inegociável à experimentação e, num certo sentido, à criação de uma obra indiferente às distinções entre métodos e sonoridades da música erudita e popular. Como Hermeto Pascoal, Glauber Rocha, Flávio de Carvalho, Guimarães Rosa, João Gilberto, Oswald de Andrade, os irmãos Campos, entre outros grandes artistas brasileiros, Egberto construiu uma carreira que transitou com desenvoltura entre a sólida formação de cunho europeu e uma sensibilidade extraordinária para reinterpretar a cultura popular. Entre suas influências marcantes podemos contabilizar Villa-Lobos, a bossa nova e a música nordestina, três elementos que podem ser observados em boa parte de seus álbuns de estúdio, notadamente os dos anos setentas. Dentre os grandes discos deste período, Nó Caipira ocupa um lugar de destaque. Trata-se, sem exagero, de uma síntese perfeita das características mais marcantes de sua obra como um todo. Nó Caipira não é pós-bossanovista como o primeiro, nem possui o sotaque zappeano de Sonho 70; não contém as inclinações barrocas de Orfeo Novo, nem a aproximação evidente com a música de Hermeto Pascoal de Carmo, muito menos a ousadia de Corações Futuristas. Mas, sem querer forçar a barra, Nó Caipira sintetiza de forma equilibrada um pouco de todos esses elementos. E, assim, talvez configure não somente a porta de entrada mais adequada, como também a summa de sua obra.
Se não, vejamos: o disco abre com uma “Saudações”, parceria de Gismonti com o grande poeta que é Paulo Cesar Pinheiro, e somos pegos de surpresa por um cantor limitado, mas extremamente perspicaz, que sabe articular as palavras de forma límpida e precisa, à moda de João Gilberto. A canção mal acaba e seu violão dá tilt: violentos glissandos se sucedem, juntamente com uma batida que parece ser executada sobre o casco do instrumento. “Nó Caipira”, um xaxado forte e cheio de camadas percussivas se inicia e não deixa pedra sobre pedra. Arrisco-me a dizer que poucos discos de música brasileira se iniciam de forma tão exuberante quanto Nó Caipira. O disco prossegue com duas vinhetas, “Noca” e “Pira” (atenção aos pizzicatos…), experimentos que lembram a simplicidade profunda da música de Moondog e, ao mesmo tempo, as pequenas composições de Tom Zé e do disco Jóia, de Caetano Veloso. A bela “Palácio de Pinturas”, talvez a primeira peça do álbum com ares francamente eruditos, manifesta uma forte influência da música de Debussy. Aqui, os ouvintes que admiram o trabalho de Gismonti já estão entregues ao romantismo radical, a uma força de composição e interpretação que suplanta os eventuais desvios ocasionados pelo excesso de virtuosismo instrumental.
Então vem o que parece ser a sequência mais impressionante do álbum: “Maracatu”, “Esquenta Muié” e “Frevo Rasgado”, três faixas onde o diálogo entre popular e erudito alça um patamar talvez único na musica brasileira. Gismonti obtém aqui uma sonoridade ímpar, que não se reduz à tradição instrumental brasileira, nem a nenhuma outra tradição: é achado, novidade mesmo. Sobre a matéria bruta das audições e pesquisas, do maracatu, do frevo, do xaxado, ele cria texturas e dinâmicas, miríades instrumentais repletas de viço e precisão, mas que manifestam também uma certa desmesura. Noto o trabalho do baterista José Eduardo Nazário, que construiu uma linguagem percussiva apropriada para as constantes variações rítmicas propostas por Gismonti, sintetizando ritmos nordestinos, jazz e tudo mais que viesse pela frente. “Sertão brasileiro”, situada no universo erudito de Villa-Lobos, conduz o álbum para seu fim, com a dobradinha “Selva Amazônica (para Villa-Lobos)” e a vinheta “Uana Lua”, ambas afinadas com todas as melhores características de Nó Caipira: aporte erudito em timbragem e pegada populares.
Como no início, Nó caipira encerra com uma canção, a “Canção da Espera”, de Geraldo Carneiro e Gismonti, entoada pela voz misteriosa de Zezé Motta. Se a canção introdutória conferia um ar solar, diurno e familiar ao início do disco, a “Canção da Espera” faz supor que, após todas as facetas musicais apresentadas, todas as libações executadas, resta somente o silêncio libidinoso da noite derramando-se sobre o ouvinte… Nó Caipira é assim mesmo, derramado e exagerado, “demasiado romântico”, como a saudação inicial… E isto, supõe-se, porque, como diz o autor, “ninguém é de ferro”… (Bernardo Oliveira)
Talvez a primeira dificuldade a ultrapassar ouvindo Nó Caipira seja esse desejo de totalidade, de encompassar toda uma experiência de música brasileira e não só brasileira. Não que exista algo criticável nesse desejo: é algo mais devido às flutuações do “espírito do tempo”, de como naquele momento – anos 70 – havia um esforço de alto modernismo em sintetizar as experiências de todas as áreas e hoje, ao contrário, esse tipo de preocupação pareça não estar mais no horizonte, seja porque a diversificação atingiu níveis já insintetizáveis (talvez), seja porque a música (ao menos uma grande parte dela) a partir dos anos 80 seguiu rumo a uma carnalidade oposta às aspirações de totalização. Certo, em Nó Caipira, Gismonti carrega consigo todas as suas influências abertamente, num jogo de identificações e referências que pode facilmente (talvez até faclimente demais) ser visto como excessivamente erudito, intelectual, cabeçudo. Isso, evidentemente, está lá. No entanto, esse aspecto não deve ocultar um outro, e talvez mais exuberante, que compõe igualmente a verve do músico: sua sensorialidade, sua lancinante subjetividade, seu indefectível romantismo impressionista.
A característica mais marcante de Nó Caipira, para além da diversidade de ritmos e registros elencados faixa a faixa e por vezes dentro da mesma faixa, é uma sensação de sobrevôo, de viagem por uma geografia sonora (que não pode tão facilmente ser identificada pelos limites e fronteiras nacionais e/ou regionais), em que o decisivo é o olho do viajante. O exuberante do disco é esse olhar em forma de prisma, o onirismo provocado pelo olho que observa e imagina, e que imagina na progressão. Talvez a metáfora do trem, via Villa-Lobos, seja por demais óbvia, mas é também inescapável. A própria característica das suites, e em Nó Caipira há duas, já supõe essa estrutura de uma paisagem que se altera à medida que o tempo passa e nosso trem/avião musical se desloca. Ele passa por “sons da natureza” evocando mata, evocando índios, passa por orquestrações de cordas impressionistas, passa por regionalismos hermetianos, por tours de force prog/jazz-rock zappeanos, pela doçura frenética dos pífanos, mas o essencial é aquilo que dá liga a todas essas manifestações: a sensibilidade de Gismonti em atingir o simples, o singelo, a partir do rebuscado.
O risco maior de um projeto como Nó Caipira era o de seguir uma determinada ideologia muito forte na primeira metade do século que via na música erudita uma forma de “purificar” a música folclórica, incorporando-a e “aperfeiçoando” suas feições, ou seja, traduzindo-a em repertório “culto” (ou seja, já considerando o “folclórico” como algo potente mas menor, a ser lapidado para atingir o patamar de grande arte). Mas aqui a partilha não se dá dessa forma. Não é só questão de estar tudo em pé de igualdade, de não haver hierarquias – não há, mas isso não é o fundamental. É, mais propriamente, que Egberto Gismonti se entrega inteiro a interpretar sentimentalmente seus amores, criando um caleidoscópio que só adquire consistência e fluidez pela paixão quase devota, quase inocente, em percorrer paisagens sonoras e incorporá-las emotivamente ao caldo de sua inspiração.
Ruy Gardnier

Gismonti captura la complejidad del alma brasileña, a veces de forma primitiva, a veces sofisticada, y la proyecta con una visión muy personal dónde están presentes sus muchos años de formación clásica, y dónde el papel del jazz juega un rol fundamental.

En 1974 acepta una invitación para dar un concierto en Berlin para el que invita a Hermeto Pascoal y Naná Vasconcelos. Durante este viaje conoce al presidente de ECM, Manfred Eicher, quien le invitaría en el 75 para grabar con ellos.
Desconociendo la importancia que a la larga íba a tener este sello, va posponiendo el proyecto hasta finales del 76, cuando acepta pensando que va a grabar con su grupo "all-stars" compuesto por Robertinho Silva en la percusión, Luis Alves en el bajo y Nivaldo Ornelas en el saxo y la flauta.
Pero la altísima tasa de salida de Brasil que el gobierno de la dictadura militar había impuesto de 7.000 dólares, hace que se decida a emprender el proyecto él sólo.
La casualidad quiso que encontrara al genial percusionista Naná Vasconcelos durante un viaje por Noruega, al que contó el proyecto y quien aceptó sin demasiado entusiasmo. El resultado fue su aún hoy muy repurado disco Dança das Cabeças, aunque inicialmente provocó todo tipo de controversias y desubicaciones, debido a lo inclasificable de su música.
En Inglaterra fue galardonado como mejor disco pop. En Estados Unidos como mejor disco de música de folklore extranjero. En Alemania, como gran obra de música clásica.
Dança das Cabeças cambió la vida de ambos. A partir de entonces Naná era requerido desde cualquier lugar del mundo para grabaciones y conciertos. Egberto, sin embargo, volvió a Brasil y se dedicó a investigar en la música de la Amazonia, cosa que ya había hecho en profundidad Vasconcelos con anterioridad a él. Su interés por la música de los indios le llevó a pasar periodos en la selva viviendo en tribus.
Dos años después grabaría también en ECM Sol do Meio-Dia junto al saxofonista Jan Garbarek, al percusionista Colin Walcott, y al guitarrista Ralph Towner, con amplia aceptación internacional. De su siguiente disco, Solo, grabado al año siguiente, sólo en EE.UU. se venderían más de 100.000 copias.
19 trastes

Un disco hermoso, yo es la primera vez que lo escucho, y se los recomiendo. Sin duda uno de los grandes discos de Gismonti, y eso es mucho decir.
Acá lo tenemos gracias a Gilgamesh, para que disfruten todos ustedes... bueno, yo también...



Comentarios

  1. Download: (Flac + m3u + Log + Scans)
    http://pastebin.com/VFD3e7V6

    ResponderEliminar
  2. Tremendo !!!
    No Caipira debe ser uno de los discos donde se manifiesta de una manera más explícita la influencia de Heitor Villa-Lobos en la música de Egberto...
    Ademas, a mi juicio la versión orquestal de Palácio de Pinturas presente en este disco debe ser una de las cosas más hermosas que he oído en mi vida.
    El amor que Egberto tiene por la música se plasma en cada una de sus obras y shows, por lo mismo lo único que sienten mis oídos es una gratitud enorme por un artista tan honesto e iconoclasta como él...

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Lo más visto de la semana pasada

Los 100 Mejores Álbumes del Rock Argentino según Rolling Stone

Quizás hay que aclararlo de entrada: la siguiente lista no está armada por nosotros, y la idea de presentarla aquí no es porque se propone como una demostración objetiva de cuales obras tenemos o no que tener en cuenta, ya que en ella faltan (y desde mi perspectiva, también sobran) muchas obras indispensables del rock argento, aunque quizás no tan masificadas. Pero sí tenemos algunos discos indispensables del rock argentino que nadie interesado en la materia debería dejar de tener en cuenta. Y ojo que en el blog cabezón no tratamos de crear un ranking de los "mejores" ni los más "exitosos" ya que nos importa un carajo el éxito y lo "mejor" es solamente subjetivo, pero sobretodo nos espanta el concepto de tratar de imponer una opinión, un solo punto de vista y un sola manera de ver las cosas. Todo comenzó allá por mediados de los años 60, cuando Litto Nebbia y Tanguito escribieron la primera canción, Moris grabó el primer disco, Almendra fue el primer

Mauricio Ibáñez - Shades of Light & Darkness (2016)

Vamos con otro disco del guitarrista chileno Mauricio Ibáñez, que ya habíamos presentado en el blog cabeza, mayormente instrumental, atmosférico, plagado de climas y de buen gusto, "Shades of Light & Darkness" es un álbum que muestra diferentes géneros musicales y estados de ánimo. Se relaciona con diferentes aspectos de la vida humana, como la sensación de asombro, crecer, lidiar con una relación problemática, el éxito y el fracaso, luchar por nuestros propios sueños y más. Cada una de las canciones habita un mundo sonoro único, algunas canciones tienen un tono más claro y otras más oscuras, de ahí el título, con temas muy agradables, melancólicos, soñadoros, algunos más oscuros y tensos, donde priman las melodías cristalinas y los aires ensoñadores. Un lindo trabajo que les entrego en el día del trabajador, regalito del blog cabezón!. Artista: Mauricio Ibáñez Álbum: Shades of Light & Darkness Año: 2016 Género: Progresivo atmosférico Duración: 62:34 Refe

Soft Machine - Facelift (France & Holland) (2022)

Cerrando otra semana a pura música en el blog cabeza, volvemos a traer un registro histórico de Soft Machine en vivo, o mejor dicho, dos registros pero este disco dobre muestra a los muchachos en el 2 de marzo de 1970 en el Théâtre de la Musique, París, Francia, mientras que en el segundo álbum se los puede escuchar en el 17de enero del mismo año en Concertgebouw, Amsterdam, Países Bajos. Y como esto no tiene ni necesita mucha presentación, paso a despedirme hasta el miércoles de la semana próxima, y espero que no me extrañen porque les dejé bastante música y reflecciones como para que estén entretenidos en sus momentos de ocio. Artista: Soft Machine Álbum: Facelift (France & Holland) Año: 2022 Género: Escena Canterbury Duración: 1:55:59 Referencia: Discogs Nacionalidad: Inglaterra Acá podrán disfrutar a los Soft Machine en vivo y tocando en la cima de su mejor momento. Rutledge, Hopper, Wyatt y Dean parecen juntos una fuerza de la naturaleza a la que nada se

Bosón de Higgs - Los Cuentos Espaciales (2023)

Para terminar la semana presentamos un disco doble muy especial, desde Ecuador presentamos a una banda que ya tiene un nombre particular que los define: Boson de Higgs, que como ópera prima se manda con un concepto inspirado en el cosmos, la astronomía en un viaje interestelar de 15 temas que tienen además su versión audiovisual, en un esfuerzo enorme que propone la divulgación científica y cultural de un modo nuevo, donde se aúnan la lírica en castellano, el rock alternativo, la psicodelia, el space rock, el hard rock y el rock progresivo. Un álbum doble sumamente ambicioso, con muy buenas letras y musicalmente muy bien logrado y entretenido en todos sus temas (algo muy difícil de conseguir, más pensando si es su primera producción) y donde puede verse en todo su esplendor en su versión audiovisual que obviamente no está presentado aquí salvo en algunos videos, pero que pueden ver en la red. En definitiva, dos discos muy buenos y realmente asombrosos para que tengan para entretenerse

Skraeckoedlan - Vermillion Sky (2024)

Entre el stoner rock, el doom y el heavy progresivo, con muchos riffs estupendos para todos y por todos lados, mucha adrenalina y potencia para un disco que en su conjunto resulta sorprendente. El segundo disco de una banda sueca que en todo momento despliega su propio sonido, a 4 años desde su anterior álbum, "Earth". Saltarás planetas, verás colisionar cuerpos celestes, atravesarás galaxias y te verás arrastrado hacia la nada que lo abarca todo, conocerás el vacío y el fuego abrasador de los soles, y también encontrarás algunos arcoíris desplegándose bajo el cielo bermellón. He aquí un viaje interestelar por el universo de los sonidos, en una búsqueda tremenda y desgarradora, un disco muy bien logrado, que muestra una de las facetas de los sonidos de hoy, donde bandas deambulan por el under de todos lados del mundo en pos de su propio sonido y su propia identidad, y también (al igual que muchos de nosotros) su lugar en el mundo terrenal, tan real y doloroso. Los invito

Guranfoe - Gumbo Gumbo (2022)

Como corresponde al comienzo de semana, empezamos un lunes con un gran disco, y ahora de una de esas nuevas bandas que no tienen nada que envidiarle a los grandes monstruos de antaño. ahora con su segundo y último disco. En una entrega totalmente instrumental y a lo largo de todo el disco estos músicos ingleses nos brindan una exposición de como un disco puede ser melódico, apasionado, imaginativo, complejo, temerario, dinámico, adrenalítico y muchos adjetivos más que no alcanzan para describir toda la música de estos chicos, ahora arremetiendo con temas que fueron creados en sus inicios, incluso que fueron interpretados en vivo pero nunca grabados, y razones tienen ya que este material no da para que se pierda en el olvido, ya que este álbum suena tan hermoso como se ve su portada. Cinco temas que son técnicamente brillantes y que recuerdan a una colisión entre Zappa y Camel. Una fusión de folk, jazz y Canterbury que es tan psicodélica como progresiva, intensamente melódica y fá

Video de Los Viernes - Nostalgia del Hogar "Feel Like Going Home" 2003

The Blues es una serie documental producida por Martin Scorsese en 2003, declarado "Año del Blues" en Estados Unidos, genero que influyo al jazz y al rock. Cada una de las siete películas que componen la serie ha sido dirigida por un cineasta entusiasta del género y en ellas se hace un repaso su origen y desarrollo a lo largo del siglo xx Hoy toca el turno de Nostalgia del Hogar " Feel Like Going Home 2003" Dirigida por el propio Scorsese, este primer film de la serie rinde homenaje al Delta blues, a los orígenes del género, recorriendo el Estado de Misisipi de la mano del músico Corey Harris, para continuar después viajando por el continente africano en busca de las raíces del Blues. Feel like going home habla de músicos que se criaron alrededor de los algodonales, sin dinero ni comida, allí surgieron unos músicos que aliviaban las vidas de la gente como John Lee Hooker, Willie King, Son House o Robert Johnson. Músicos que se adaptaban a los tiempos, como O

Tadeusz Woźniak - Odcień Ciszy (1974)

Ayer, gracias al aporte de Mariano, presentamos al cantautor polaco Tadeusz Woźniak con su primer disco, y para cerrar otra semana a pura buena música en el blog cabeza, ahora vamos a presentar su segundo trabajo discográfico. Un disco hermoso, rico, atmosférico de paisajes sonoros electroacústicos, donde la mayoría de los temas son acústicos y cantados, con algunos sonidos folk adornados con pasajes orquestales, mientras que la voz melancólica de Woźniak lo hace todo atractivo, con una canción principal mezcla de psiodélico, folk y prog que es realmente genial e intensa y excelentes partes vocales. Aquí, el disco elegido para cerrar la semana, algo muy emocional, con mucha sensibilidad pero no sensiblero barato, al contrario, esto es arte enfocado al rock que busca tocar las fibras más íntimas del alma humana. Y aquí hay mucho para escuchar y deleitarse como para que siga hablando de ello... esto hay que escucharlo! Artista: Tadeusz Woźniak Álbum: Odcień Ciszy Año: 1974 Gén

Los Dos - Caminos (1974)

En nuestra recorrida por el rock mexicano hoy revisamos un disco humilde pero bien logrado, sin esperar demasiado tampoco, y copio un comentario que hace referencia justamente a ello: "Es refrescante escuchar a músicos que se limitaban a hacer lo que les venía en gana, sin preocuparse de ser considerados autores geniales y con ideas nuevas. Los Dos eran Allan y Salvador, un dúo muy limitado musicalmente; no obstante, esas carencias la suplen con honestidad: mucha honestidad. Su mezcla, algo burda, de rock-folk, música tradicional latina y canto nuevo chileno, tiene momentos por demás emotivos y conmovedores. Sus letras eran muy sencillas y poco rebuscadas, en su mayoría acerca del amor". Disco raro, muy poca información se encuentra en la red, a mi parecer uno de los pocos discos hechos en México en los 70’s con un sonido muy jipi y folk. Eso lo describe bien, bien jipi y folk... Artista: Los Dos Álbum: Caminos Año: 1974 Género: Rock psicodélico / Folk rock Dura

Rick Miller - One of the Many (2024)

Para empezar el día y la semana nos vamos a Canadá de la mano del veterano multi-instrumentalista Rick Miller que presenta su último y mejor trabajo. Desplegando un rock progresivo atmosférico muy emocional, con muchas texturas sonoras y lleno de buen gusto, inspirado en artistas como Pink Floyd, The Pineapple Thief y Steve Hackett (ojo, solo inspirado), siempre con temáticas líricas ambiciosas, sombrías y bellas como su música y la tapa de sus discos. Este es un viaje a través de paisajes sonoros ricos, cinematográficos, etéreos melancólicos, nostálgicos y oscuros, con mucha sensibilidad melódica, ofreciendo capas, sofisticados arreglos que brindan una experiencia inmersiva que nunca deja de sorprender e impresionar, pero al mismo tiempo accesible y atractivo. Te invito a un mundo sonoro intrigante, con cautivadoras melodías de música atractiva, estimulante y gratificante, ideal para comenzar la semana en el blog cabeza. Artista: Rick Miller Álbum: One of the Many Año: 2002

Ideario del arte y política cabezona

Ideario del arte y política cabezona


"La desobediencia civil es el derecho imprescriptible de todo ciudadano. No puede renunciar a ella sin dejar de ser un hombre".

Gandhi, Tous les hommes sont frères, Gallimard, 1969, p. 235.